El mayor aprendizaje que nos llevamos de la India

Cuando viajamos a India, en verano de 2023, sabíamos que no sería fácil, nos habíamos concienciado de que el choque cultural sería importante y de que debíamos dejar los prejuicios y los miedos en casa.

Pero por mucho que leas, que te conciencies, que salgas de casa diciendo ‘'me voy con la mente súper abierta’', cuando estás allí y lo vives en primera persona te das cuenta de que toda preparación es poca.

Llegamos a Delhi después de largas horas de vuelo, cansados y seguramente llevábamos pintado en la cara un mensaje que decía, somos novatos aquí y estamos muertos de miedo. Se nos veía venir de una hora lejos, que éramos turistas, claro. Pero además llevábamos en la cara el miedo, el sentimiento de novedad, de estar perdidos.

Estuvimos dos días en la ciudad de Delhi y hubo muchos momentos en los que lo pasamos bastante mal. Nos intentaban estafar en la calle, en los puestos de comida, en los hoteles, en la estación de tren, en los tuktuks. Nos sentíamos totalmente superados por el caos, los olores, los ruidos, la suciedad de las calles. Es algo que por mucho que te lo cuenten, hasta que no lo vives, no lo entiendes. Fueron dos días emocionalmente agotadores.

Huimos (literal) de Delhi sin visitar todo lo que queríamos ver, necesitábamos cambiar de aires. Y pusimos rumbo a nuestro siguiente punto de la ruta. 

Después de más de un mes visitando varios lugares y regiones del norte del país, cada vez nos gustaba más, cada vez nos sentíamos más en casa. Pero en nosotros había quedado esa sensación de que Delhi era horrible, en cambio, el resto de lugares, casualmente cada vez eran mejores.

Al terminar el viaje, a finales de verano, nuestro vuelo final salía de Delhi y tuvimos 24 horas en la ciudad antes de volver a casa. Decidimos terminar lo que nos quedó pendiente de visitar de la ciudad, y volver a ese momento cero, donde nos abrumamos y nos estresamos esos primeros días en India. 

¡Por sorpresa nuestra, lo veíamos todo tan diferente! 

No nos molestaba el ruido, el olor fuerte, la suciedad. Nadie nos quería estafar, nadie nos agobiaba. Descubrimos rincones por los que pasamos esa primera vez, y que ni tan solo vimos. 

Nos encantó, Delhi nos encantó.

Fue entonces cuando fuimos conscientes de que ese viaje nos había cambiado, nos había hecho más fuertes. 

Delhi era la misma. Y nosotros nos habíamos adaptado, éramos de alguna manera parte de ese lugar. Ya no mostrábamos hacia afuera nuestra debilidad, nuestros miedos. Si no que desde fuera se veían dos personas, extranjeras, obviamente, pero que habían madurado, que sabían perfectamente lo que hacían, cómo lo hacían y hacia dónde se dirigían. 

Y lo mostrábamos desde dentro hacia fuera porque realmente lo sentíamos así.